Revista Expatriados

El final de los khmeres rojos

Por Tiburciosamsa

El régimen de los khmeres rojos tuvo muchos puntos en común con el Tercer Reich. En ambos casos se trató de regímenes genocidas, basados en teorías desquiciadas. Ambos regímenes cayeron en un paroxismo de muerte y destrucción, decididos a morir matando. 
A mediados de septiembre de 1977, Pol Pot visitó China. Para entonces ya era evidente que algo no marchaba con la maravillosa revolución camboyana. No obstante, Camboya era para China un peón atractivo para darles capones a los vietnamitas que se estaban subiendo a la parra. Así que China prometió que ayudaría a Camboya en su conflicto con Vietnam, pero pidió a Pol Pot que reconociese finalmente que quien gobernaba Camboya era el Partido Comunista de Kampuchea (PCK). Sí, durante dos años y medio los camboyanos se habían sabido gobernados por el misterioso Angkar (la Organización), sin saber qué ni quiénes estaban detrás. Posiblemente China, al exigirle al PCK que se quitase la careta, estuviese intentando disciplinar un poco a esos comunistas khmeres que iban tanto por libre.
El 30 de septiembre Radio Phnom Penh comunicó a los camboyanos la buena nueva de que quien los estaba masacrando no era el misterioso Angkar, sino el PCK de toda la vida. El discurso radiado de Pol Pot duró cinco horas, algo más que una buena sesión de tortura. En su discurso Pol Pot hizo un esbozo de la Historia de Camboya según el esquema marxista y lanzó esa frase tan sugerente como peligrosa de que “si nuestro pueblo fue capaz de construir Angkor, puede hacer cualquier cosa.” Vale y Pizarro fue capaz de conquistar el Imperio inca con 200 soldados y a sus descendientes se nos ha puesto chula la prima de riesgo y no sabemos qué hacer. Tras esto vino la parte paranoica del discurso: la revolución había tenido dificultades tras su victoria a causa de “un puñado infame de elementos reaccionarios”, que por suerte sólo representaban el 2% de la población (otra cosa fue que para liquidar a ese perverso 2% se cepillase al 30% de los camboyanos). Admitió que para el 5% las condiciones de vida habían bajado desde 1975, pero para el resto la calidad de vida había mejorado hasta la de un campesino medio. Primera noticia de que los campesinos medios son los epítomes de la buena vida. Las naciones hermanas de China, Corea del Norte, Laos, Vietnam y Rumanía aplaudieron el discurso. Los camboyanos… pues también. No eran suicidas.
La revelación de la identidad del PCK fue acompañada de una intensificación de la lucha antivietnamita. Algunos historiadores la han atribuido a un sentimiento de cerco ocasionado por un tratado de amistad firmado meses antes por Vietnam y Laos. En mi opinión no hubo nada de eso. Pol Pot era un nacionalista xenófobo y había odiado a los vietnamitas desde siempre. Las promesas de apoyo chino debieron hacerle pensar que se abría una ventana de oportunidad para darles a los odiados vietnamitas. 
Tuvieron lugar una serie de incursiones fronterizas en las que parece que el único objetivo de los soldados camboyanos era matar y destruir. Un ejemplo de cómo sucedían los ataques lo da este testimonio: “Cuando los khmeres rojos cruzaron la frontera, todo el mundo corrió y cogió a sus hijos y corrieron a sus casas. Pero los khmeres rojos vinieron a nuestro pueblo y quemaron las casas y quemaron los bienes y mataron a unas veinte personas que no pudieron huir.” Las cifras sobre los muertos que se produjeron durante esas incursiones, que se prolongaron durante dos meses, varían según las fuentes, pero desde luego se contaron en miles y en ocasiones que te pegaran un tiro en la cabeza era lo menos malo que te podía pasar. 
El 16 de diciembre ocho divisiones vietnamitas lanzaron un ataque de represalia. La incursión se adentró 30 kilómetros en territorio camboyano. El 6 de enero de 1978 las tropas vietnamitas se retiraron. El único objetivo había sido enseñarles una lección a los khmeres rojos. En su retirada les acompañaron unos 100.000 camboyanos, que estimaron que vivirían mejor con el enemigo vietnamita que con sus benevolentes líderes. Pol Pot vendió la retirada vietnamita como una derrota humillante para Vietnam.   
Aun así, a Pot Pot le quedó la sensación de que no podía fiarse de los cuadros del este. El liderazgo en el este había sido más moderado que en otras zonas, vamos, que habían puesto menos entusiasmo a la hora de asesinar a sus compatriotas. Además, dentro de su paranoia, Pol Pot temía que pudieran estar en connivencia con los vietnamitas. No se daba cuenta de que era él con sus planteamientos genocidas quien les estaba arrojando a los brazos de los vietnamitas.
En las primeras semanas de 1978 Pol Pot convocó a una reunión secretísima a Nuon Chea, Khieu Samphan y Son Sen. El objetivo era preparar la purga de los cuadros en el este, que eran vistos como “cuerpos camboyanos con mentes vietnamitas”. Pero antes de que pudieran hacer frente a la amenaza del este, Pot Pot y los suyos hubieron de enfrentarse a una rebelión en el oeste. El secretario de la zona, Chou Chet había llegado a la conclusión de que Pol Pot era un traidor, que estaba diezmando los cuadros del partido y que había que alzarse contra él. Sus preparativos fueron descubiertos y Chou fue detenido el 15 de marzo. Siguió la purga de los cuadros de la zona y el reforzamiento del control de Pol Pot sobre la misma. 
So Phim estaba preparando algún tipo de acción, pero una enfermedad que le dejó fuera de combate durante algunas semanas y la represión en la zona oeste, alteraron sus planes. Cuando regresó de su convalecencia en Phnom Penh a mediados de abril, se encontró con que varios de sus asistentes ya habían sido enviados a la prisión (centro de genocidio sería un nombre más adecuado) de Tuol Sleng. 
El 10 de mayo Radio Phnom Penh emitió un llamamiento para “purificar nuestras fuerzas armadas, nuestro Partido y las masas del pueblo.” Era necesario para defender el territorio y la raza camboyanos. La radio hizo un llamamiento al genocidio de los vietnamitas, siguiendo los cálculos optimistas de Pol Pot: “Cada uno de nosotros debe matar a 30 vietnamitas (…) Hasta ahora hemos tenido éxito (…) Usando estas cifras, un soldado camboyano es igual a 30 soldados vietnamitas. Deberíamos tener dos millones de soldados para 60 millones de vietnamitas. Sin embargo, dos millones de soldados serían más que suficientes para combatir a los vietnamitas, porque Vietnam tiene sólo 50 millones de habitantes (…) Necesitamos sólo dos millones para aplastar a 50 millones de vietnamitas y aún nos sobran seis millones de personas. Debemos formular nuestra línea de combate de esta manera para vencer (…) Debemos absolutamente poner en práctica este eslogan de uno contra treinta.”No sé qué es lo que sorprende más si el ciego optimismo o el desprecio genocida por la vida humana. 
Para ir abriendo boca, tras la emisión comenzó el ataque contra los “camboyanos de cuerpo y vietnamitas de mente” de la zona este. Los mandos de la zona este decidieron resistirse a la purga que se les venía encima. Durante toda la segunda mitad de mayo hubo combates en la zona. No había manera de que los rebeldes pudieran ganar, pero los leales a Pol Pot tuvieron que pagar cara su victoria. 
Durante el verano, a medida que los focos rebeldes iban siendo apagados, la represión se acentuó contra los cuadros de la zona este y sus familias. En los primeros seis meses del año fue enviado a la prisión de Tuol Sleng casi el mismo número de prisioneros que en todo 1977. Muchos habitantes de la zona este fueron matados en el acto por la mera sospecha de que pudieran estar en connivencia con los rebeldes. Un efecto de las masacres fue que muchos optaron por esconderse en la selva y otros cruzaron la frontera para refugiarse en Vietnam. Pol Pot descubrió que lo que tenía ahora era una región en caos.
Parece que desde la primavera de 1978 el Centro se había dado ya cuenta de que algo no iba bien. Eran sus cabezas lo que no iba bien y de paso el resto del país. De pronto se dieron cuenta de que necesitaban a aquellos ingenuos estudiantes retornados del extranjero a los que masacraron alegremente en 1975 y 1976. Recuperaron a varios y los llevaron a Phnom Penh para crear una universidad tecnológica. En algunas cooperativas se abrieron escuelas primarias. Se permitió más tiempo libre a la población e incluso que utilizasen colores distintos del negro en sus vestimentas. Se abolieron las tres categorías en las que se había dividido a la población en función de su presunta lealtad al régimen. Se habló de conceder una amnistía e incluso se consideró la posibilidad de reintroducir la moneda al año siguiente. En estas medidas jugó un papel la propaganda para atraerse la simpatía de fuera. Los khmeres rojos se sentían cada vez más aislados y pensaban que se acercaba la hora del enfrentamiento definitivo con los vietnamitas. 
Más datos sobre ese intento de normalizar las cosas. En septiembre se celebró un congreso del partido, al que asistieron 60 personas. Parecen pocas, ¿verdad? Tal vez  fueran los que quedaran después de las purgas. En el congreso, Pol Pot volvió a la carga con lo de que había que darles duro a los vietnamitas, pero también elaboró planes para construir la nación. Habló del establecimiento de cooperativas modelo que serían autosuficientes. También organizó un seminario dirigido a los intelectuales que quedaban, en el que les describió un país que sería un modelo para los no-alineados, cuya agricultura sería más productiva que la japonesa.
En esos meses apareció un incipiente culto a la personalidad que, si el régimen hubiera durado más, habría dejado pequeño al de Kim Il-Sung. Empezó a designársele como “Tío Secretario” (el apelativo “tío” en camboyano es respetuoso e implica la mayor antigüedad de la otra persona), “el centro del partido” y “el aparato de liderazgo”. Aparecieron grandes retratos suyos en los comedores comunales y empezaron a menudear las referencias a su “liderazgo clarividente”. Parece, no obstante, que ese culto fue impulsado más por sus acólitos que por él mismo. Pol Pot prefería maniobrar en las sombras. 
A finales de año, a medida que la amenaza vietnamita aumentaba y según se iba sintiendo más y más aislado, la paranoia de Pol Pot se disparó. Se sentía acorralado. La situación no paraba de empeorar y para su mente delirante eso sólo podía ser obra de traidores. Se intensificaron las purgas. Había perdido el norte y a falta de verdaderos enemigos en el interior, se los inventaba. Se purgó a obreros de las fábricas, a gente procedente del suroeste, que era un bastión de la ortodoxia. Cayó el Viceprimer Ministro Vorn Vet, así como su socio Cheng An; también cayó el Ministro de Comunicaciones, Mey Prang. Incluso se estaba preparando la purga de Son Sen, el responsable de los asuntos militares y de la represión. Habían sido exterminados tantos cuadros en los años precedentes que faltaban personas con la experiencia suficiente para hacerse cargo del día a día de la Administración. Un cuadro superviviente recordaría aquellas últimas semanas de esta manera: “Todos estaban acusando a todos de traición y nadie sabía realmente lo que pasaba.”
El 25 de diciembre Vietnam inició la invasión de Camboya. La pesadilla de los khmeres rojos había terminado. Ahora, cortesía de la comunidad internacional, empezaba otra pesadilla, la de la guerra civil.

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