Revista Cultura y Ocio

Mi reino por una guillotina

Publicado el 13 mayo 2024 por Molinos @molinos1282
Mi reino por una guillotina

No pensaba escribir sobre la gala de los MAMARRACHOS EGOMANIACOS TARADOS  porque siempre me ha resultado un espectáculo repugnante, pero es que este año, las cuatro cosas que he visto, han elevado mi nivel de indignación hasta hacerme hervir la sangre. Lo único que me queda para desahogarme es escribir esto o ir a comprar una guillotina.  

Esta gala es asquerosa, ofensiva, ridícula e indignante. Es un alarde de lujo extremo, de  banalidad absoluta disfrazada de beneficencia lo cual la eleva, además, a la categoría de ofensa e insulto al resto de la Humanidad. ¿Me lo estoy tomando muy personal? Puede que sí y puede que sea absurdo porque ¿a mí que me importan una panda de multimillonarios haciendo el mongolo en Nueva York? No me importa nada, pero hay veces que las ofensas llegan así, cuando menos te las esperas y por lo motivos más banales, aunque no creo que éste lo sea. Esta mañana, viendo esa colección de imágenes, pensaba en la corte de Luis XVI divirtiéndose con lujos extremos completamente fuera de la realidad. 

Esto lo es. 

Me ofende el lujo, el derroche ridículo. «Pues es como los Oscars». No, no es como los Oscars. Aquello, dentro de su frivolidad y superficialidad, es una entrega de premios en la que, de alguna manera, se premia a gente por su trabajo (y su trabajo de relaciones públicas, pero ese es otro tema). Se visten elegantes pero bueno… tiene un pase, lo encuentro gracioso. 

Esto es otro nivel. Ni siquiera me hace gracia. Ni sonrío. 

Como mujer me ofende hasta el punto de decir: esas mujeres no tienen nada que ver conmigo, me siento insultada. Lo sé, es ridículo; pero verlas llegar, actuar, aceptar convertirse en meras muñequitas a las que vestir con los atuendos más imposibles que se puedan imaginar, me parece un insulto.  Que se presten a embutirse en esos vestidos incompatibles con la fisiología, con ir al baño, con moverse, con respirar, con comer, con levantar un brazo, con rascarse el culo, ¡con andar! ¡con sentarse!  ¿CÓMO COJONES SE PRESTAN A ESO? No lo puedo entender. No me cabe en la cabeza. 

— Ponte este vestido con el que no podrás comer en las veinticuatro horas anteriores, tendremos que untarte en vaselina para que te entre. Además, olvídate de hacer pis en 8 horas. No te preocupes, te sondaremos o, mejor, hazte a la idea de que te van a operar a corazón abierto y no puedes beber en las 12 horas anteriores. He visto que te gusta mover las manos para poder rascarte si te pica algo: olvídate de eso también. No te preocupes, te daremos un tranquilizante para que puedas soportar el picor sin problemas. Tampoco vas a poder sentarte a cenar pero eso no importa porque, como no puedes comer, mejor no sentarse a la mesa y que te entren tentaciones de morder una hoja de rúcula ecológica traída desde una plantación a 8000 km en un jet privado conservada en hielo hecho con agua destilada de un glaciar virgen de Argentina. Y creo que esto ya es todo. Ah, no… Se me olvidaba: tampoco vas a poder andar, pero no te preocupes. ¿Has estado alguna vez en la Semana Santa en España? ¿No? No importa, te lo cuento. Detrás de ti irán cuatro o cinco tíos (solo hacen falta 2 porque vas a pesar 45 kilos, pero llevamos 5 porque lo importante es que el vestido no se arrugue) que te moverán de un lado a otro como a un paso religioso.

Y ellas dicen:

— ¡Ah, genial, me apetece muchísimo! ¡Planazo!

¿Suena ridículo? 

Es ridículo. ¿Y las poses? También me ofenden. En la gala de MENTECATOS EGÓLATRAS TARADOS da igual quién seas o qué hagas. Da igual que tengas una carrera profesional, una personalidad, una opinión, capacidad de verbalizar tus pensamientos o riego cerebral. Lo único que importa es lo que llevas puesto y que poses poniendo morritos, adelantando un hombro, y ahora el otro, y marca la barbilla, y ahora cruza una pierna por delante de la otra, saca culo, mete tripa, echa los hombros hacia delante, saca jaboneras, NO SONRÍAS, muérdete los carrillos por dentro, pega la lengua al paladar. Vuelve a empezar. No pienses. ¿A quién le importa lo que pienses? 

Ayer escuchaba un episodio de Serial sobre la cárcel de Guantánamo y en un momento dado contaban que lo que más indignaba a los prisioneros no era que Estados Unidos no cumpliera con las normas internacionales de trato de prisioneros de guerra: lo que más les indignaba era que Estados Unidos creyera que sí las estaba cumpliendo. 

Apunté esa frase sin saber que me serviría hoy. 

Veo un vídeo en Instagram en el que le preguntan al diseñador Tom Ford cuántas veces se ha bañado para los preparativos de la gala. Él contesta que tres veces. ¿En qué mundo vivimos en que alguien hace ese tipo de pregunta y el cuestionado ni por un momento se plantea responder y admite que se ha bañado 3 veces en un día?

Nunca pensé que me iba a sentir tan cercana a la Revolución Francesa y me iba a apetecer tener una guillotina. 



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